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volco, rey de la mitad del país de los Eburones, complice de Ambiorix, agobiado de la vejez, no pudiendo aguantar las fatigas de la guerra ni de la fuga, abominando de Ambiórix, autor de la conjura, se atosigó con zumo de tejo, de que, hay grande abundancia en la Galla y en la Germania, XXXII. Los Segnos y Condrusos, descendientes de los Germanos, situados entre los Eburones y Trevirenses, enviaron legados a César, suplicándole "que no los contase entre los enemigos, ni creyese ser igualmente reos todos los Germanos habitantes de esta parte del Rhin; que ni se habían mezclado en esta guerra, ni favorecido el partido de Amblorix". César, averiguada la verdad, examinando a los prisioneros, les ordenó que si se acogiesen a ellos algunos Eburones fugitivos, se los entregasen. Con esta condición les dio palabra de no molestarlos.

Luego, distribuyendo el ejército en tres trozos, hizo conducir los equipajes de todas las legiones a un castillo, que tiene por nombre Aduátuca, situado casi en medio de los Eburones, donde Titurio y Arunculeyo estuvieron de invernada. Prefirió César este sitio, así por las demás conveniencias como por estar aún en ple las fortificaciones del año antecedente, con que ahorraba el trabajo a los soldados.

Para escolta del bagaje dejó la legión décimocuarta, una de las tres alistadas últimamente y traídas de Italla, y por comandante a Quinto Tulio Ciceróncon doscientos caballos a sus órdenes.

XXXIII. En la repartición del ejército da orden a Tito Labieno de marchar con tres legiones hacia