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Recogidos con diligencia, guarnecen de plata sus bordes, y les sirven de copas en los más espléndidos banquetes.

XXIX. Después que supo César por relación de los exploradores Ubios cómo los Suevos se habían retirado a los bosques, temiendo la falta de trigo, porque los Germanos, como apuntamos arriba, no cuidan de labrar los campos, resolvió no pasar adelante. Sin embargo, para contener a los bárbaros con el miedo de su vuelta y embarazar el tránsito de sus tropas auxiliares, pasado el ejército, derribó doscientos pies de la punta del puente, que terminaba en tierra de los Ubios, y en la otra levantó una torre de cuatro pisos, y puso en ella para guar nición y defensa del puente doce cohortes, quedando bien pertrechado este puesto, y por su gobernador el joven Cayo Volcacio Tulo. El, cuando ya los panes iban madurando, de partida para la guerra de Ambiorix, envía delante a Lucio Minucio Basilo, con toda la caballería, por la selva Arduena, la mayor de la Galia, que, de las orillas del Rhin y fronteras de los Trevirenses, corre por más de quinientas millas, alargándose hasta los Nervios; y por ver si con la celeridad de la marcha y coyuntura del tiempo podía lograr algún buen lance, le previene no permita hacer lumbres en el campo, a fin de que no aparezca de lejos señal de su venida, y añade que presto le seguirá.

XXX. Ejecutada por Basilo la orden, y hecho en diligencia y contra toda expectación el viaje, sorprende a muchos en medio de sus labores; por las