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bezas los que, a juicio de los otros, se reputan por hombres de mayor autoridad, a cuyo arbitrio y prudencia se confía la decisión de todos los negocios y deliberaciones. Lo que a mi ver establecieron los antiguos con el fin de que a ningún plebeyo faltase amparo contra los poderosos, pues quien es cabeza de partido no permite que sus parciales sean oprimidos o calumniados, y si así no lo hace, pierde todo el crédito entre los suyos. Esta misma práctica se observaba en el gobierno de toda la Galia, cuyas provincias están todas divididas en dos facciones.

XII. Cuando César vino a la Galia, de la una eran jefes los Eduos, y los Sequanos de la otra. Estos, reconociéndose inferiores, porque de tiempo antiguo los Eduos los sobrepujaban en autoridad y en número de vasallos, se coligaron con los Germanos y Ariovisto, empeñándolos en su partido a costa de grandes dádivas y promesas. Con eso, ganadas varias victorias y degollada toda la nobleza de los Eduos, vinieron a tal pujanza, que les quitaron gran parte de los vasallos, y los obligaron a dar en prendas los hijos de los principales y a jurar solemnemente que nunca emprenderían cosa en perjuicio de los Sequanos; a la sazón poseían una porción del territorio confinante, que ocuparon por fuerza, con el principado de toda la Galia. Esta fué la causa que obligó a Diviciaco a ir a Roma a pedir auxilio al Senado, si bien no le obtuvo. Trocáronse con la venida de César las suertes: restituyéronse a los Eduos sus rehenes, recobrados los antiguos vasallos COMENTARIOS. TOMO I.

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