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VII. En esto los Trevirenses, con un grueso ejército de infantes y caballos, se disponían a sorprender a Labieno, que con una legión sola invernaba en su comarca. Y ya estaban a dos jornadas no más de él, cuando tienen noticia de las dos legiones enviadas por César. Con eso, acampándose a quince millas de distancia, determinan aguardar los socorros de Germania. Labieno, calado el intento de los enemigos, esperando que su arrojo de ellos le presentaría ocasión de pelear con ventaja, dejadas cinco cohortes en guardia de los bagajes, él, con veinticinco y buen golpe de caballería, marcha contra el enemigo, y a una milla de distancia fortifica su campo. Mediaba entre Labieno y el enemigo un río (1) de difícil paso y de riberas escarpadas. Ni él pensaba en atravesarlo, ni creía tampoco que los enemigos lo pasasen. Creciendo en éstos cada día la esperanza de pronto socorro, dice Labieno en público: "Que supuesto corren voces de que los Germanos están cerca, no quiere aventurar su persona ni el ejército, y que al amanecer del día siguiente alzará el campo." Al punto dan parte de esto al enemigo, que, como había tantos Galos en la caballería, algunos, llevados del afecto nacional, favorecían su partido. Labieno por la noche, llamando a los tribunos y centuriones principales, les descubre lo que pensaba hacer, y a fin de confirmar a los enemigos en la sospecha de su miedo, manda mover las tropas con mayor estruendo y batahola de lo que ordinaria(1) Ya se ha dicho que era el Mosa.