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de la Galia, según lo tenía pensado, y asistiendo todos menos los de Sens, de Chartres y Tréveris, persuadido a que tal proceder era lo mismo que rebelarse y declarar la guerra, y queriendo mostrar que todo lo posponía a esto, trasladó las Cortes a París. Su distrito confinaba con el de Sens, y en tiempos pasados estaban unidos los dos; pero se creía que no había tenido parte en esta conjuración.

Intimada la traslación desde el solio, en el mismo día se puso en camino para Sens, acompañado de las legiones, y a grandes jornadas llegó allá.

IV. Luego que Acón, autor de la conjura, supo su venida, manda que todos se recojan a las fortalezas. Mientras se disponen, antes de poderlo ejecutar, viene la noticia de la llegada de los Romanos, con que por fuerza mudan de parecer: envían diputados a excusarse con César, y ponen por mediadores a los Eduos, sus antiguos protectores. César, a petición de ellos, les perdona de buena gana y admite sus disculpas, atento que se debía emplear el verano en la guerra inminente, y no en averiguaciones. Multándolos en cien rehenes, se los entrega a los Eduos en custodia. También los de Chartres envían allá embajadores y rehenes, valiéndose de la intercesión de los Remenses, sus patronos, y reciben la misma respuesta de César, que cierra las Cortes, mandando a las ciudades contribuir con gente de a caballo.

V. Sosegada esta parte de la Galia, todas sus miras y atenciones se dirigen a la expedición contra los Trevirenses y Ambiórix. Da orden a Cavarino que le siga con la brigada de Sens, para evitar las