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pocos; por su intervención atajó el proceso. Mientras el pueblo, irritado de tal tropelía, trataba de mantener con las armas su derecho, y los magistrados juntaban las milicias de las aldeas, vino a morir Orgetorige, no sin sospecha, en opinión de los Helvecios, de que se dió él a sí mismo la muerte.

V. No por eso dejaron ellos de llevar adelante la resolución concertada de salir de su comarca. Cuando les pareció estar ya todo a punto, ponen fuego a todas sus ciudades, que eran doce, y a cuatrocientas aldeas, con los demás caseríos; queman todo el grano, salvo el que podían llevar consigo, para que, perdida la esperanza de volver a su patria, estuviesen más prontos a todos los trances. Mandan que cada cual se provea de harina[1] para tres meses. Inducen a sus rayanos los Rauracos, Tulingos, Latobrigos, a que sigan su ejemplo, y, quemando las poblaciones, se pongan en marcha con ellos; y a los Boyos, que, establecidos a la otra parte del Rhin, y adelantándose hasta el país de los Noricos, tenían sitiada su capital, empeñándolos en la facción, los reciben por compañeros.


  1. César: molita cibaria. No parece se deben entender aquí otras viandas: ἂλφιτα traduce el griego; nuestro Henriquez, harina; Luis XIV, farines, y farina el italiano de Albrici. Ni se debe tener por insoportable tanta carga para un soldado, cuando de los de Escipión dice Mariana "que en España llevaban en sus hombros trigo para treinta días, y cada siete estacas para las trincheras, con que cercaban y barreaban los reales". Historia de España, lib. III, capítulo IX.