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críbele por menor lo acaecido en los Eburones, y añade que a tres millas de su cuartel estaban acampados los Trevirenses con toda la infantería y caballería.

XLVIII. César, pareciéndole bien esta resolución, aunque de tres legiones con que contaba se veía reducido a dos, sin embargo, en la presteza ponía todo el buen éxito. Entra, pues, a marchas forzadas por tierras de los Nervios. Aquí le informan los prisioneros del estado de Cicerón y del aprieto en que se halla. Sin perder tiempo, con grandes promesas persuade a uno de la caballería galicana que lleve a Cicerón una carta. Iba ésta escrita en griego, con el fin de que, si la interceptaban los enemigosno pudiesen entender nuestros designios; previénele que si no puede dársela en su mano la tire dentro del campo atada con la coleta de un dardo. El contenido era: "que presto le vería con sus legiones", animándole a perseverar en su primera constancia.

El Galo, temiendo ser descubierto, tira el dardo, según la instrucción. Este, por desgracia, quedó clavado en una torre, sin advertirlo los nuestros por dos días. Al tercero reparó en él un soldado, que lo alcanzó y trajo a Cicerón, quien después de leída la publicó a todos, llenándolos de grandísimo consuelo.

En esto se divisaban ya las humaredas a lo lejoscon que se aseguraron totalmente de la cercanía de las legiones.

XLIX. Los Galos, sabida esta novedad por sus espías, levantan el cerco, y con todas sus tropas, que se componían de sesenta mil hombres, van sobre Cé-