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tes: de una, por el Rhin, río muy ancho y muy profundo, que divide el país Helvético de la Germania; de otra, por el altísimo monte Jura, que lo separa de los Sequanos; de la tercera, por el lago Lemano y el Ródano, que parte términos entre nuestra provincia y los Helvecios. Por cuya causa tenían menos libertad de hacer correrías, y menos comodidad para mover guerra contra sus vecinos; cosa de gran pena para gente tan belicosa. Demás, que para tanto número de habitantes, para la reputación de sus hazañas militares y valor, les parecía término estrecho el de doscientas cuarenta millas de largo, con ciento ochenta de ancho.

III. En fuerza de estos motivos y del crédito de Orgetorige, se concertaron de apercibir todo lo necesario para la expedición, comprando acémilas y carros cuantos se hallasen, haciendo sementeras copiosísimas a trueque de estar bien provistos de trigo en el viaje, asentando paz y alianza con los pueblos comarcanos. A fin de efectuarlo, pareciéndoles que para todo esto bastaría el espacio de dos años, fijaron el tercero, con decreto en fuerza de ley, por plazo de su partida. Para el manejo de todo este negocio eligen a Orgetórige, quien tomó a su cuenta los tratados con las otras naciones, y de camino persuade a Castico, Sequano, hijo de Catamantáledes (rey que había sido muchos años de los Sequanos, y honrado por el Senado y pueblo romano con el título de amigo), que ocupase el trono en que antes había estado su padre; lo mismo persuade a Dumnorige, Eduo, hermano de Diviciaco (que a la