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corrientes un gran trecho, advirtió la mañana siguiente que había dejado la Bretaña a la izquierda.

Entonces, virando de bordo, a merced del reflujo y a fuerza de remos procuró ganar la playa que observó el verano antecedente ser la más cómoda para el desembarco. Fué mucho de alabar en este lance el esfuerzo de los soldados, que, con tocarles navíos de transporte y pesados, no cansándose de remar, corrieron parejas con las galeras. Arribó toda la armada a la isla casi al hilo del mediodía, sin que se dejara ver enemigo alguno por la costa; y es que, según supo después César de los prisioneros, habiendo concurrido a ella gran número de tropas, espantadas de tanta muchedumbre de naves (que con las del año antecedente y otras de particulares, fletadas para su propia conveniencia, aparecieron de un golpe en número de más de ochocientas), se habían retirado y metídose tierra adentro.

IX. César, desembarcado el ejército y cogido puesto acomodado para los reales, informándose de los prisioneros dónde estaban apostadas las tropas enemigas, dejando diez cohortes con trescientos caballos en la ribera para resguardo de las naves, de que, por estar ancladas en playa tan apacible y despejada, temía menos riesgo, partió contra el enemigo después de media noche, y nombró comandante del presidio naval a Quinto Atrio. Habiendo caminado de noche obra de doce millas, alcanzó a descubrir los enemigos, los cuales, avanzando con su caballería y carros armados hasta la ría, tentaron de lo alto estorbar nuestra marcha y trabar batalla.