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esta noticia, los Pirustas envíanle embajadores que le informen cómo nada de esto se había ejecutado de público acuerdo, y que estaban prontos a darle satisfacción entera de los excesos cometidos. Admitida su disculpa, ordénales dar rehenes, señalándoles plazo para la entrega; donde no, protesta que les hará la guerra a fuego y sangre. Presentados los rehenes en el término asignado, elige jueces árbitros que tasen los daños y prescriban la multa.

II. Hecho esto y concluídas las juntas, vuelve a la Galia citerior, y de allí marcha al ejército. Cuando llegó a él, recorriendo todos los cuarteles, halló ya fabricados, por la singular aplicación de la tropa y a pesar de la universal falta de medios, cerca de seiscientos bajeles en la forma dicha y veintiocho galeras, que dentro de pocos días se podrían botar al agua. Dadas las gracias a los soldados y a los sobrestantes, manifiesta su voluntad, y mándales juntarlas todas en el puerto Icio, de donde se navega con la mayor comodidad a Bretaña por un estrecho de treinta millas poco más o menos. Des tina a este fin un número competente de soldados, marchando él con cuatro legiones a la ligera y ochocientos caballos contra los Trevirenses, que ni venían a Cortes ni obedecían a los mandados, y aun se decía que andaban solicitando a los Germanos transrenanos.

III. La república de Tréveris es, sin comparación, la más poderosa de toda la Galia en caballe ría; tiene numerosa infantería, y es bañada del Rhin, como arriba declaramos. En ella se dispu