Página:Comentarios de la guerra de las Galias (1919).pdf/126

Esta página no ha sido corregida
122
 

XXXI. César en tanto, bien que ignorante todavía de sus tramas, no dejaba de recelarse, vista la desgracia de la armada y su dilación en la entrega de los rehenes, que al cabo harían lo que hicieron.

Por lo cual trataba de apercibirse para todo acontecimiento, acarreando cada día trigo de las aldeas a los cuarteles, sirviéndose de la madera y clavazón de las naves derrotadas para carenar las otras, y haciendo traer de tierra firme los aderezos necesarios. Con eso y la aplicación grande de los soldadosa la obra, aunque se perdieron doce navíos, logró que los demás quedasen de buen servicio para navegar.

XXXII. En este entretanto, habiendo destacado la legión séptima en busca de trigo, como solía, sin que hasta entonces hubiese la más leve sospecha de guerra, puesto que de los isleños unos estaban en cortijos, otros iban y venían continuamente a nuestras tiendas, los que ante éstas hacían guardia dieron aviso a César que por la banda que la legión había ido se veía una polvareda mayor de la ordinaria. César, sospechando lo que era, que los bárbaros hubiesen cometido algún atentado, mandó que fuesen consigo las cohortes que estaban de guardia, que dos la mudasen, y que las demás tomasen las armas y viniesen detrás. Ya que hubo andado una buena pieza, advirtió que los suyos eran apremiados de los enemigos y a duras penas se defendían, lloviendo dardos por todas partes sobre la legión apiñada. Fué el caso que como sólo quedase por segar una heredad, estándolo ya las demás, previendo los