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prontos a la ejecución de cuanto fuese menester a la menor insinuación y a puuto, según lo requería la disciplina militar, y más en los lances navales, tan variables y expuestos a mudanzas repentinas.

Con esto los despidió, y logrando a un tiempo viento y creciente favorables, dada la señal, levó ancoras. y navegando adelante, dió fondo con la escuadra a unas siete millas de allí, en una playa exenta y des pejada.

XXIV. Pero los bárbaros, penetrado el designio de los Romanos, adelantándose con la caballería y los carros armados, de que suelen servirse en las batallas, y siguiendo detrás con las demás tropas, impedían a los nuestros el desembarco. A la verdad, el embarazo era sumo, porque los navíos, por su grandeza, no podían dar fondo sino mar adentro. Por otra parte, los soldados, en parajes desconocidos, embargadas las manos y abrumados con el grave peso de las arroas, a un tiempo tenían que saltar de las uaves, hacer pic entre las olas y pelear con los enemigos, al paso que éstos, a pie enjuto o á la lengua del agua, desembarazados totalmente y con conocimiento del terreno, asestaban intrépidamente sus tiros y espoleaban los caballos amaestrados. Con estos Incidentes, acobardados los nuestros, como nunca se babfan visto en tan extraño género de combate, no todos mostraban aquel brío y ardimiento que solían en las batallas de tierra.

XXV. Advirtiéndolo César, ordenó que las galeras cuya figura fuese más extraña para los bárbaros y el movimiento más veloz para la maniobra, se se-