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niese a socorrerlos, porque los Suevos los tenían en grave conflicto; que si los negocios de la república no se lo permitían, se dejase ver siquiera con el ejército al otro lado del Rhin: que esto sólo bastaría para remediarse de presente y esperar en lo porvenir mejor suerte, pues era tanto el crédito y fama de los Romanos aun entre los últimos Germanos después de la rota de Ariovisto y esta última victoria, que con sola su sombra y amistad podían vivir seguros. A este fin, le ofrecieron gran número de barcas para el transporte de las tropas.

XVII. César, por las razones ya insinuadas, estaba resuelto a pasar el Rhin; mas hacerlo en barcas ni le parecía bien seguro, ni conforme a su reputación y a la del pueblo romano. Y así, dado que se le representaba la suma dificultad de alzar puente sobre río tan ancho, impetuoso y profundo, todavía estaba fijo en emprenderlo, o de otra suerte no transportar el ejército. La traza, pues, que dió fué ésta: Trababa entre sí, con separación de dos pies, dos maderos de pie y medio de espesor, puntiagudos en la parte inferior y largos cuanto era el hondo del río; metidos éstos y encajados por medio de máquinas dentro el río, hincábalos con mazas batientes, no perpendicularmente a manera de postes, sino inclinados y tendidos hacia la corriente del río; luego más abajo, a distancia de cuarenta pies, fijaba enfrente de los primeros otros dos trabados del mismo modo y asestados contra el ímpetu de la corriente. De parte a parte atravesaban vigas gruesas de dos pies a medida del hueco entre las junturas de