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vían también embajadores a las ciudades de la España citerior que confinan con Aquitania, pidiendo tropas y oficiales expertos. Venidos que fueron, emprenden la guerra con gran reputación y fuerzas muy considerables. Eligen por capitanes a los mismos que acompañaron siempre a Quinto Sertorio, y tenían fama de muy inteligentes en la milicia. En efecto, abren la campaña conforme á la disciplina de los Romanos, tomando los puestos, fortificando los reales y cortándonos los bastimentos. Craso, advirtiendo no serle fácil dividir por el corto número sus tropas, cuando el enemigo andaba suelto ya en correrías, ya en cerrarles los pasos, dejando buena guarnición en sus estancias; que con eso le costaba no poco el proveerse de víveres, y que por días iba creciendo el número de los enemigos, determinóse a no esperar más, sino venir luego a batalla. Propuesta su resolución en consejo, viendo que todos la aprobaban, dejóla señalada para el día siguiente.

XXIV. En amaneciendo, hizo salir todos sus tropas, y habiéndolas formado en dos cuerpos con las auxiliares en el centro, estaba atento a lo que harían los contrarios. Ellos, si bien, por su muchedumbre y antigua gloria en las armas, y a vista del corto número de los nuestros, se daban por seguros del feliz éxito en el combate, todavía juzgaban por más acertado, tomando los pasos e interceptando los víveres, conseguir la victoria sin sangre; y cuando empezasen los Romanos a retirarse por falta de provisiones, tenían ideado dejarse caer sobre ellos a tiempo que con la faena de la marcha y del peso de

comentarios.-tomo i.
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