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D. Pedro Moya de Contreras, Arzobispo de México.
Adulacion.

¿Cómo puedes tú entrar en los monasterios?

Vanagloria.

Si no entro descubierta, éntrome de lado rebozada; y más, que cualquiera de los mortales tiene otros antojos en la cajuela de la Voluntad, y si la mano del Contentamiento los saca, ciertos son los toros.

Adulacion.

Yo dudo que en los monasterios se hallen tus antojos.

Vanagloria.

Miren qué mucho, habiendo estado en el cielo y en el Paraiso terrenal.

Adulacion.

¿Cuándo estuvieron en esos lugares?

Vanagloria.

Cuando quiso ser Lucifer semejante al Muy Alto, la Soberbia le puso estos antojos á él y á los que le siguieron. Y Adán y Eva con estos antojos mismos miraron la manzana, creyendo á la Serpiente.

Adulacion.

Desa suerte, bien probados los tienes: cierta es su virtud.

Vanagloria.

¿Quién piensas que hace á los reyes conquistar reinos, y á los grandes señores gastar excesivamente y estar siempre empeñados; y á los menudos presumir de ser como ellos, y á los mercaderes triunfar y quedar sin fruto, y á los mozos alabar su gentileza, y á las mujeres parecerles que son hermosas, aunque tengan rostros de Satanases y á todos en general estimarse y contentarse de si mismos? Solo estos antojos causan todas estas cosas, que sin ellas no habria pulicía, ni se acordarían della.

Adulacion.

Por cierto que son joya de gran señor, y que si yo los tuviera no me trocara por el gran Taborlán.

Vanagloria.

Óyete, pecadora de mí, que lo mejor del arnés se me olvidaba y quedaba entre renglones: ¿quién hace á los letrados sustentar lo que en su vida supieron, vieron ni estudiaron, sino estos antojos? Que la suerte de gente que más usa dellos y más á menudo se los pone son estos y poetas, que se contentan tanto de sus obras, que con estar haciendo burla dellas y dellos, no lo sienten ni lo ven, por ser mayor el deleite que estos antojos les dan, que el vituperio que sus necedades ganan.

Adulacion.

Gritos dan en estotra casa: apartémonos, porque si es pendencia, en no teniéndome respeto mataré á todos los que riñen.

[Adentro.]

Ay, ay, que me matan!

Diligencia.

Mala muerte venga por ti, y los demonios te lleven ya desta casa.

Caridad.

Diligencia, no le deis más, por mi vida.

Diligencia.

¡Oh señora Caridad! que por sentir este animal que habéis de volver por él, se atreve á cuanto se le antoja, y es un grande bellaco.

Gusto.

Por virtud de vuesa merced, aunque en mi no lo haya.

Caridad.

¿Quién es ese mozo? que cierto que no le conozco.

Diligencia.

Es el Gusto, hijo de la Golosina, criado del cocinero.

Gusto.

Yo soy, para servir á vuesa merced.

Caridad.

Sirve tú á quien quisieres, que yo no

tengo necesidad de tu servicio.