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Introduccion.

generacion verdadera de aquellos infieles en las aguas del bautismo, continuó su marcha la procesion, cuya carrera estaba adornada de arcos y flores, casi lo mismo que el año anterior, siendo lo más notable seis capillas con sus retablos, y tres montañas muy al natural, en las cuales se representaron «tres autos muy buenos.»

Corresponde de derecho al misionero cronista hacer la relacion de ellos, y volvemos á dejarle la palabra.

«En la primera (montaña) que estaba luego abajo del patio alto, en otro patio bajo á do se hace una gran plaza, aquí se representó la tentacion del Señor, y fué cosa en que hubo mucho que notar, en especial verla representar á indios. Fué de ver la consulta que los demonios tuvieron para ver de tentar á Cristo, y quién seria el tentador. Ya que se determinó que fuese Lucifer, iba muy contrahecho ermitaño, sino que dos cosas no pudo encubrir, que fueron los cuernos y las uñas; que de cada dedo, así de las manos como de los piés, le salian unas uñas de hueso tan largas como medio palmo: y hecha la primera y segunda tentacion, la tercera fué en un peñon muy alto, desde el cual el demonio, con mucha soberbia, contaba á Cristo todas las particularidades y riquezas que habia en la provincia de la Nueva España, y de aquí saltó á Castilla, adonde dijo, que además de muchas naos y gruesas armadas que traia por la mar, con muchas riquezas, y muy gruesos mercaderes de paños y sedas y brocados, habia otras muchas particularidades que tenia; y entre otras dijo que tenia muchos vinos, y muy buenos, á lo cual todos picaron, así indios, como españoles, porque los indios todos se mueren por nuestro vino. Y despues que dijo de Jerusalen, Roma, África, y Europa y Asia, y que todo se lo daria, respondiendo el Señor, Vade, Sathana, cayó el demonio; y aunque quedó encubierto en el peñón, que era hueco, los otros demonios hicieron tal ruido, que parecia que toda la montaña iba con Lucifer á parar al infierno. Vinieron luego los ángeles con comida para el Señor, que parecia que venian del cielo, y hecho su acatamiento, pusieron la mesa y comenzaron á cantar.

«Pasando la procesion á la otra plaza, en otra montaña se representó cómo S. Francisco predicaba á las aves, diciéndoles por cuántas razones eran obligadas á alabar y bendecir á Dios, por las proveer de mantenimientos, sin trabajo de coger ni sembrar, como los hombres, que con mucho trabajo tienen su mantenimiento; asimismo por el vestir de que Dios les adorna, con hermosas y diversas plumas, sin ellas las hilar ni tejer, y por el lugar que les dió, que es el aire, por donde se pasean y vuelan. Las aves, llegándose al