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Introduccion.

ejército. Todos estos lugares estaban cercados á imitación de fortalezas.

Llegada la hora de comenzar el espectáculo, y sentados en el tablado del Santísimo Sacramento los que componian la procesion, comenzó á entrar en la plaza el ejército de España, en que se distinguian las banderas de sus diferentes provincias, y en la retaguardia iban los alemanes é italianos. «Habia entre todos pocas diferencias de trajes, porque como los indios no los han visto ni lo saben, no lo usan hacer, y por eso entraron todos como españoles soldados, con sus trompetas contrahaciendo las de España, y con sus atambores y pífanos muy ordenados: iban de cinco en cinco en hilera, á su paso de los atambores.» Era general de este ejército D. Antonio Pimentel, conde de Benavente.

Entró en seguida el de la Nueva España, repartido en diez capitanías, y los que las formaban vestidos con ricos trajes, «porque todos cuantos en este auto entraron eran señores y principales.» Iban en la vanguardia Tlaxcala y México; seguian los huaxtecos, zempoaltecos, mixtecos, colhuaques, y unos «que se decian los del Perú é islas de Santo Domingo y Cuba.» Cerraban la marcha tarascos y cuautemaltecos, y capitaneaba á todos D. Antonio de Mendoza, virey á la sazon de la Nueva España.

Bien se deja entender, que ni el conde de Benavente, que nunca vino á México, ni un personaje como el virey Mendoza, tomaron parte personalmente en aquel simulacro, sino que algunos señores indios los representaban. Lo propio sucedia con los gefes de los infieles; estos eran, según el cronista, D. Hernando Cortés, que hacia oficio de Soldan y D. Pedro de Alvarado, capitan general. Habia en esto último una doble ficcion, porque ni los conquistadores podian capitanear infieles, ellos que hablan venido á plantear aquí la verdadera fe, ni las personas que desempeñaban esos papeles eran los conquistadores mismos. No se alcanza la razón que los religiosos, autores ú ordenadores de todas las fiestas, tuvieron para agraviar á los conquistadores, poniéndolos por gefes en el bando de los moros; ni cómo se toleraba tan poco honrosa ficcion, aun por los mismos tlaxcaltecas, que no hacia mucho habian peleado de veras al lado de los que ahora, en el simulacro, tenian al frente como enemigos.

El ejército español fué el primero en salir al campo, encaminándose en derechura á Jerusalen, y el Soldan D. Hernando Cortés le salió al encuentro con su gente ataviada á manera, de moros. Pelearon un rato, y los enemigos cedieron, retrayéndose á la ciudad.