46 Coloquio 'TercerOj á la consagración del Dotor SEXTA JORNADA. . Entran en ella Adulación^ Fortaleza^ Prudencia^ />, Esperanza^ Caridad^ Justicia^ Templanza, Concterío, Todos han de salir á las ventanas, y han de salir dos perros que han de despe- dazar á la Adulación y & Vanaglona. Vanagloria» Adulación, ¿llevas la guitarrilla templa- da y las coplas de memoria? Porque di- chas con buen tonete parecen mejor. Adulación. Esas son prevenciones para los que no son tan expertos como yo, que la mía es vena natural de fino loco. Vanagloria, Si tienes vena de loco, llévente á los convalecientes y sanarás. Adulación» ¿ Hombre, soy yo á quien se han de de- cir esas palabras? Mira, Vanagloria, si no fuéramos tan propincuos en deudo, juro al volcan de Nicaragua, castigo hiciera en ti que fuera sonado. Vanagloria, ¿ Por qué no jurabas al volcan de la Pue- bla, que estaba más cerca? Adulación* No juro yo por cosas tan cercanas, por- que podria ser con el enojo extender hom- bre la mano y levantar el volcan en el aire, y así se salieran loa diablos que están dentro. Vanagloria. No quiero más prueba para tu locurat pues con eso está bien probada. Adulación. I Locura llamas contemplanza, pesar lo que hombre ha de hacer? Vanagloria. Ese peso no le condené yo, sino el que dijiste que habías de levantar. Adulación. No apures tanto las cosas, que ni to- do lo que se dice se hace, ni yo lo hiciera por lo que temo que tienes de corazón fe- menil, y murieras de espanto en viendo un demonio. Vanagloria. Sé tú hombre para hacerlo, que yo seré mujer para ver un demonio y todo el in- fierno junto. Adulación. Basta ser mujer, que son para harto más; y pues que tú lo quieres, un día por tu pa- satiempo he de arrancar ese volcan de raíz, porque veas un diablo sefialado destas ma- nos pecadoras. Vanagloria.
Qué señal le pusiste ?
Adulación. Dile una cuchillada por la cara, que i fe no se la cubra pelo. Vanagloria. Eso sin duda aconteció el año que iban á Guadalupe, y ¿por qué se la diste? Adulación. Ese año que dices, iba yo á la Puebla, y cánseseme el caballo al subir del volcan; tómelo de rienda, y un diablo llegó por detrás (que no osó cara á cara) y hurtóme un pedazo de queso que yo llevaba en las alforjas, y luego quedó mi caballo lozano y comenzó á relinchar, quitada la pesa- dumbre del queso. Vanagloria. ¿Tanto pesaba un pedazo de queso? pues aunque fuera tamaño como el mismo vol- can.