negar, que Dios castiga con justicia al injusto y al impío, que no quieren reconocerlo ; porque igual es el delito del que desconoce al Señor y Padre comun de todos, que el del que le ofende.
Si de la creencia pasamos á la conducta, veréis quánto mas puras que las vuestras son nuestras costumbres, aunque tambien hay entre nosotros algunos Christianos relaxados. Es verdad, que vosotros prohibis los adulterios, pero los cometeis mas nosotros no tenémos comercio sino con nuestras mugeres propias. Vosotros castigais las acciones criminales; entre nosotros, el pensamiento por sí solo es un crímen: vosotros temeis á los hombres sabedores de vuestros crimenes; nosotros tememos á nuestra conciencia, de la qual no nos podemos apartar un solo instante. Las prisiones están llenas de vuestros criminales; pero no hallaréis en ellas á ningun Christiano, sino es que sea algun confesor de la Fe, ó algun apóstata.
Nadie se ampare del destino, ni le atribuya la causa de sus excesos; porque qualquiera que sean los acontecimientos, el hombre queda siempre en libertad, y su accion es juzgada solamente, no su fortuna, ni su calidad. El destino es nada, la voluntad de Dios decide de todo; porque como ve lo por venir del mismo modo que ·lo presente, arregla los destinos de cada uno segun sus méritos, que tiene ya previstos. Jamás se castiga, al nacimiento, sino al vicio. Esto. bas-