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Coleccion de apologistas

menos se vean precisados á ensalzarnos.

Pero puede por venturȧ haber mayor injusticia, que condenar lo que no se conoce? Creednos, quando confesamos nuestro delito: sí; noso tros hemos estado tan ciegos como lo estais vosotros: nosotros estabamos persuadidos, que los Christianos adoraban á monstruos, que despedazaban á sus hijos, y que se abandonaban á la dísolucion en sus festines. No reflexionabamos entonces, que lejos de probar semejantes acusaciones, ni siquiera se habia pretendido verificarlas; ni nos hacía fuerza, que entre tantos pretendidos culpables no se hallase uno solo, que confesase su delito, por muy seguro que estuviese de la impunidad, y aun de la recompensa ; sino que antes por el contrario, todos hacian alarde de su Religion, y solo se arrepentian de no haberla abrazado mas temprano.

Al paso que nosotros no teniamos dificultad en defender á unos hombres reos de sacrilegio, de incesto y de parricidio, ni aun queriamos oir á los Christianos: y algunas veces tambien, movidos de una compasion cruel, haciamos que sufrieran la tortura, para forzarlos á que se salváran negando su profesion de Christianos; y para arrancar de su boca una mentira, nos serviamos de aquellos mismos medios, que se han inventado para lograr la confesion de la verdad. Si algun Christiano debil cedia á la violencia de los tormentos, y negaba su Religion, lo ensalzaba-