res y cabañas, hizo sus nombres inmortales: las guerras del Suegro y del Yerno destruyeron el universo, y la fortuna de este imperio inmenso no bastó para entrambos. Las abejas tienen un Rey los ganados un Pastor; y con todo eso creerás que el supremo poder está dividido en el cielo? ¿El poder de Dios, que no tiene principio ni fin, y es principio de todos los seres; que aun antes de haber producido nada, lo hallaba todo en sí; que con una sola palabra crió rodo lo que existe; que todo lo arregla por medio de su sabiduría, de todo dispone por medio de su voluntad absoluta, y que no puede ser visto ni comprehendido?
¡Oh! Es muy grande Dios, es muy incorpóreo, para que lo puedan percibir nuestros sentidos. Como es infinito é inmenso, no puede ser conocido tal qual es, sino de sí solo. Nuestra inteligencia es muy estrecha para abrazarlo; y nunca lo comprehendemos mejor, que quando confesamos, que es incomprehensible. El que se imagina que lo conoce, lo degrada; y lo degrada; y el que se persuade que no lo degrada, no lo conoce absolutamente.
No hay necesidad de que le busquémos nombre, porque su nombre es Dios. Los nombres son necesarios para distinguir á cada particular en una muchedumbre: pero el nombre de Dios basta para aquel que es solo Dios. Si lo llamo Padre, Rey ó Señor, parece que le atribuyo algu-