cion, que unos hombres pobres, sin letras y sin ciencia, discurran acerca de las cosas del cielos voy primero á demostrarle, que todos los hombres, sin distincion de edad, sexô, ni condicion han nacido racionales; y son por consiguiente capaces de encontrar la, sabidurías quo los mismos Filósofos y los inventores de las ar tes, que han hecho eternos sus nombres, fuéron tenidos en su principio por hombres vulgares, pobres é ignorantes'; que los ricos, idólatras de sus tesoros, no piensan jamás en el cielo; y que solamente los Christianos pobres han hallado lá sabiduría, y la han enseñado á los demás: de donde resulta, que la razon no proviene del esä tudio, ni de las riquezas, sino del Autor de nues tra alma. Con que no será por consiguiente motivo de indignacion, el que nosotros investiguemos y enseñemos la ciencia del cielo. Ni se ha de atender tampoco á la calidad de las personas, primero que á la verdad de las razones: y quanto mas sencillo es el lenguage, y mas desnudo de adornos, tanto es mas claro, y mas propio para persuadir, que solo tiene á la verdad por objeto.
Yo le concedo sin dificultad a Cecilio, qué el hombre debe conocerse, investigar lo que es, de dónde proviene, por qué ha nacido; si ha sido formado por el concurso fortuito de los átomos o de los elementos, o si es que debe su sér á Dios. Pero es el caso, que no puedesuno, co-