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de la religion christiana.

Dexa, le dixe yo entonces, de aplaudirte á costa de Octavio; porque todavía no es tiempo de cantar el triumfo, hasta que se haya oido á las dos partes.

Además de que no tratamos de ninguna gloria de poca importancia, sino de averiguar la verdad, y de cogerla como fruto de esta conferencia. Tu ingenioso discurso me ha dado mucho' gusto; pero yo deboisin embargo elevarme à mas altas consideraciones, nó precisamente sobre nuestra disputa, sino en general sobre todas las disputas.

Sucede muchas veces, que la sutileza y efoquencia del discurso cubren con, un velo espeso ļas verdades mas luminosas. Los que lo escuchan se dexan llevar del encanto de las palabras, pierden de vista el fondo de las cosas, y confunden lo falso con lo verdadero; tanto mas facilmente quanto no saben, que algunas veces lo falso es yerisimil, y lo verdadero no lo es. Muchas veces tambien, engañados por su culpa, ó por su credulidad, desesperan de hallar la verdad, y se precipitan en un pirronismo universal. Se debe poner mucho cuidado en no pasar tan ciegamente de una imprudente credulidad al extremo opuesto; y no porque hayamos dado nuestra confianza á hombres, que la han engañado, hemos de pasar al extremo de desconfiar de otros hombres mas virtuosos, y mas verdaderos.

Yo ciertamente me hallo aquí bastante embarazado entre dos antagonistas, ambos diestros en