que podeis esperar despues de la muerte. La mayor parte de vosotros, y esto vosotros mismos lo confesais, los mas justos (seven en la mayor miseria, y son víctimas de la hambre, de la sed y del trabajo. Vuestro Dios lo permite, y al parecer no se cuida de ello: luego ó no quiere, ó no puede socorreros; por consiguiente, ó: es injusto, ó carece de poder. Pero vosotros, con vuestros delirios de inmortalidad despues de la muerte, aun quando os veis amenazados del peligro, abrasados por la fiebre, o despedazados por el dofor, no sentis vuestro destino, vuestra flaqueza, ni vuestro infortunio, y os obstinais en no confesarlo. Yo no hablo de los males que os son comunes con los demás hombres; sino de esas tor: turas, de esos suplicios, de esas cruces, que no adorais, sino que padeceis, de esos fuegos, que predecis y temeis; de los quales males no puede preservaros vuestro Dios en esta vida. ¿Y creeis, que será todo poderoso para haceros felices despues de la muerte?
—Los Romanos, sin la ayuda de vuestro Dios, ´mandan á toda la tierra, y son señores vuestros; y vosotros, inquietos, sobresaltados, os pribais de los placeres mas honestos; no asistis á los espectáculos, ni á los festines públicos; detestais los combates sagrados, las viandas que se ofrecen sobre nuestros altares, y el vino con que se han hecho las libaciones. Esto es prueba de que témeis á aquellos mismos Dioses, que negais. Vo-