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de la religion christiana.

po de paz, ¿no vemos freqüentemente que el vicio, no solo camina á la par con la virtud, sino que tambien llega á verse incensado y adorado; de manera que se ignora, si se han de detestar los crímenes de los malos, ó se ha de envidiar su felicidad?

Si la Providencia, ó alguna Divinidad rigiera al universo, ni veríamos á un Fálaris ó un Dionisio sobre el trono, ni á un Rutilio ó un Camilo desterrados, ni á un Sócrates condenado á beber la cicuta. Vemos los árboles cargados de frutos, las viñas colmadas de ubas, las espigas en su mejor sazon; y de repente las lluvias lo destruyen todo, ó una horrible tempestad lo asuela. Confesemos, pues, que nada sabemos, ó reconozcamos en todo esto los juegos de la fortuna, que domina como soberana absoluta sobre los hombres, y sobre la tierra. Y puesto que la Naturaleza nos es desconocida, sino recurrimos al imperio de la fortuna qué cosa mejor podremos hacer, que adherir á las tradiciones antiguas, como á los mas seguros garantes de la verdad, y seguir las Religiones establecidas? Y sin que nos hagamos jueces de los Dioses, á quienes debemos temer, porque así nos lo enseñáron aun antes que los conocieramos; creámos á nuestros padres, que miraban de muy cerca el origen del mundo, y mereciéron tener por Reyes ó por Preceptores á los mismos Dioses. Y no es cierto que los Romanos debieron el imperio del mundo á su

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