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AL RIO DE LA PLATA.

que es animal venenoso, y se llama cocodrilo. Entre otras ficciones que cuentan de él, refieren, que si alguno le mira, ó él le echa su hálito, muere luego, y que si nace en alguna fuente, el único medio de matarle es ponerle delante un espejo, en que viéndose, muere: y otras cosas que, si fuesen verdades hubiera yo muerto mas de cien veces, porque miré y cogí mas de tres mil.



CAPITULO XXXVI.
Llegan á los Xarayes, y son recibidos y tratados con gran agasajo.

Desde estos indios pasamos á los Xarayes: tardamos nueve dias, aunque solo distan 36 leguas de los Acarés. Es muy numerosa la nacion de estos indios, y aunque no son los verdaderos Xarayes, vive el rey entre ellos, y de su nombre le toman los indios: traen bigotes, y un redondel pendiente de las orejas, y en los labios pedazos de cristal azul como dados, y andan pintados de azul, desde el cuello á las rodillas, como si trageran bordado el pellejo. Las indias se pintan de otro modo, pero tambien azul, ó ceruleo, desde los pechos hasta las rodillas; con tanto primor que dudo haya en Alemania quien las exceda en artificio y lindeza: andan desnudas, y son hermosas. Detuvímonos allí un dia, y en tres navegamos 14 leguas, hasta llegar á un buen pueblo, donde vivia el rey, situado á la ribera del rio Paraguay: su provincia es de cuatro leguas. Rescatamos con los indios dos dias; y porque el rey no estaba allí, resolvimos ir á verle.

Dejamos la nave con doce españoles de guarda, y pedimos á los indios conservasen con ellos la amistad que habiamos hecho: y así lo hicieron.

Prevenidos de todo lo necesario, pasado el rio Paraguay, llegamos al pueblo que era la corte y casa del Rey: el cual nos salió á recibir de paz, una legua antes de llegar, en un campo muy liano, con mas de 12,000 indios. La senda por donde iba, era de ocho pasos de ancho, llena de flores y yerbas; y tan limpia que no se veia una paja ni piedra en ella. Tenia consigo el rey sus músicos, con instrumentos como nuestras flautas, que llamamos schall-meias:[1] habia


  1. Nombre que los alemanes dan al caramillo.El editor.