teriza mientras viven. No coronamos á los muertos con flores que se marchitan al instantes por que esperamos de mano de Dios una corona inmarcesibles y ponemos toda nuestra confianza en sus promesas y en su magnificencia. La seguridad que tenemos de que resucitarémos felices, nos hace ya tales desde ahora con la esperanza, ¿qué dígo? con la vista de la recompensa, que nos está destinada. ¿Qué podríamos temer Por mas que Sócrates, engreido con el testímonio del Oráculo, nos predique que nada sabes por mas que Arcesiláo, Carnéades, Pirrón, y sus sequaces pasen su vida en dudar eternamente; por mas que Simónides difiera siempre su respuestas los Christianos desprecian el vano orgullo de todos esos Filósofos, que fulminaban eloqüentemente sus propios vicios ; y no anuncian, como ellos, la sabiduría con el trage, porque les basta tenerla en el fondo del corazon. Su lenguage es sencillo, pero su vida es sublime. Es indubitable, que nosotros nos gloriamos de haber hallado lo que los Filósofos buscan siempre, y no pueden encontrar. ¿ Qué motivo hay para que seamos ingratos, y nos envidiemos á nosotros mismos nuestra felicidad? Si el Dios verdadero se nos ha dado á conocer, gozemos de este inestimable beneficio , desterremos la disputa, cortemos el paso á la supersticion , purifiquemonos de la impiedad, y conservemos con el mayor cuidado la verdadera Religion.
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