á los otros imponía por faltas leves, como la de cortar las orejas y las narices;37 le afea el invento del arma espantable de aquellos lebreles ferocísimos amaestrados, que en soltándolos contra los cuerpos desnudos, en una hora hacía cada uno á cien indios pedazos;38 censura asimismo la resolución de que todos los indios de catorce años arriba dieran de tres en tres meses por tributo el hueco de un cascabel lleno de oro, y sólo el rey Maniacaotex había de dar cada mes una media calabaza que pesaba tres marcos;39 dice que invención suya fué también la de los repartimientos y encomiendas; esa polilla que había de devastar y consumir las Indias;40 y que por estos yerros, por estos excesos, parece que permitió Dios las revueltas, para afligir al Almirante y á sus hermanos, por la injusticia, injurias, daños y crueldad que habían cometido.41
Aquí tiene el señor Conde de Roselly, ad ovo «los horrores cometidos por la ignorancia, la violencia, la fiebre de oro de los conquistadores castellanos;» los horrores que no ha visto, ni había para qué, en los Capitanes alemanes de los Welsares, que asentaron con el Emperador la conquista de Ve-