rey, las observaciones del Consejo y la oposición del orgullo castellano, como condición esencial de su empresa, pertenecían los derechos del diezmo y octavo, llamados á sumar con el tiempo cifras colosales. Don Fernando pensaba aplicar á la corona ese manantial de riqueza, reduciendo á letra muerta los asientos completamente inútiles, no reconociendo su vigor el poder ejecutivo.
A partir de la idea, aunque en las cartas que personalmente escribía Doña Isabel, no omitiera nunca el título de Virrey, los oficios de la marina, como si obedecieran previa consigna, no volvieron á nombrar á Colón más que almirante de las Indias, estuviera ó no relacionado el asunto con la mar, significándose en el particular los despachos redactados en la secretaría particular del rey, que jamás empleaban el primero. Así, como suele suceder, llegó la costumbre á imponerse á pesar de las observaciones del interesado, á quien no se ocultaban los manejos de su embozado enemigo. Sencillo como la paloma, recelaba, sin embargo, que el olvido de las promesas reales llegara al extremo de arrebatarle con violencia los títulos origina-