broso, cuando la gente expedicionaria, sobrecogida del pavor de lo incomensurable, se subleva; el combate del Enviado de la salvación con un mónstruo horrible, que resulta ser lagarto inofensivo; el palacio encantado de Anacaona, templo del buen gusto, museo de curiosidades y obras maestras del arte de Quisqueya; recinto de la poesía y de la música, donde la bella reina, flor de oro, inspirada creadora de baladas y areitos, aunque nueva Cleópatra en los encantos, sufre desdén y muerte del feroz Comendador de Lares, con colorido deslumbrador muy semejante al que, para la última escena, ha inspirado la musa criolla;2 que no en vano mereció el autor del Cardenal Donnet el concepto envidiable de literato entre los más ilustres de Francia, cuando apareció este libro de agradable pasatiempo.
La Historia póstuma, de índole distinta, mereciera buscando título adecuado al objetivo, el de Refutación universal á los que han escrito de Colón, con el cual desde luego se daría á entender que el texto sustituye con el enojo ordinario de los libros de polémica al más libre vagar de la pluma en los puramente imaginativos. Sin embargo, ni el títu-