rar al Mensajero de la Providencia. No perteneciendo á ninguno de los cultos cristianos, y dedicando osadamente su disertación al enemigo principal de Cristo, al impío erudito Ernesto Renán, procura oscurecer la gloria de Colón, minando la obra de su hijo D. Fernando, que el protestante Washington Irving consideró justamente «clave de la historia del Nuevo Mundo.»
»Como misionero del error, despliega inusitada actividad en su funesta tarea; ahonda los textos con la argucia para interpretarlos á medida de su deseo, cediendo siempre la profesión nueva de bibliógrafo, el puesto, á la antigua de abogado. Ha corrido tierra y mar en busca de documentos desconocidos; mantiene relaciones con las sociedades geográficas, sobre todo con la de París, cuyo boletín le sirve de tribuna. Parece que considera al Descubridor de su país como cosa suya; como propiedad retrospectiva que se ha adjudicado para ejercer sobre ella toda suerte de reivindicaciones protestantes. No se puede hablar de Colón sin que se mezcle en altercado con pretexto de aclaraciones, espesando, por lo contrario, la oscuridad con la duda; y tal es su ardor por acaparar al Héroe, que por ha-