Dios que sea remunerado y permanezca para su alabanza, y gloria de tan famoso varón.»137 Este sañudo adversario de la fama del Almirante no juzgaba buen español al que osara desconocer sus merecimientos: los antiguos, decía al César, le hubieran erigido estatua de oro, sin darse con ella por exentos de gratitud... Herrera, propagador de las fábulas de Alonso Sánchez de Huelva, que pasa como sobre ascuas cuando tiene que hablar del Evangelista de los mares, que jamás le titula Virrey, según afirmaciones de la referida Historia póstuma, á buen convenir de sus páginas, se torna en Príncipe de los historiadores; hombre de inapelable fe, vivificador en Francia del lustre de Colón.
¿En qué quedamos, señor Conde?
Mientras contesta, si gusta, la pregunta, demos respuesta á las suyas con la satisfacción de informarle á quién ha de acudir para indagar el paradero de los diarios del gran Almirante, y aun del libro que dejó escrito de su mano. Consta la noticia en libro publicado,138 pero no perjudica la repetición, que es importante documento.
«Por cuanto por parte de vos, D. Luis Colón, Almirante de las Indias, me ha sido