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Y LA HISTORIA PÓSTUMA

dos, aceptó el encargo, titulándose cronista de la sacra cesarea católica Majestad del Emperador Carlos V, y sabiendo que no tenía para qué acordarse de la dignidad de escritor, de las convicciones personales, ni de los fueros de la verdad. Generoso de palabras, cicatero de acciones, á las veces incisivo, indigesto, trapacero, devoto por conveniencia y detractor por beneficio, adivinando el pensamiento imperial, proclamó que nada debía España á Cristóbal Colón. Jamás le dio el título de Virrey, sino el de Almirante; alabó la generosidad de los Reyes; elogió á Bobadilla; fué, por fin, cruel calumniador de el admirador del Verbo, Sin embargo, ni su experiencia ni su adhesión sirvieron de garantía al Monarca y á los cómplices de su abuelo, miembros del Consejo Supremo de las Indias. Acabada la obra se examinó, discutió y modificó antes de entregarla al público.

Cincuenta años después se autorizó á otro cronista de Indias, Antonio Herrera, para escribir bajo la inspección de un licenciado, á condición que no había de hablar de Virreinato, ni atribuir á Colón la iniciativa de su proyecto, pero sí sacar á luz la fábula de