pasó no se sabe ni lo dice ningún documento; solamente se vislumbra que D. Luis tuvo escrúpulos acerca de la validez del segundo matrimonio, y mientras consultaba cuál de las dos mujeres era la legitima esposa, por salir de dudas casó con Doña Ana de Castro, hija de la Condesa de Lemos. En esto le fué declarado que el primer enlace verificado sin el consentimiento materno era nulo, y el segundo no parecía legal; y estimando que tanto pudiera decirse del tercero, dio la mano á Doña María Luisa Carvajal, cuarta señora de su albedrío.
Empero menos sufrida que las otras. Doña María Mosquera dio el escándalo de acudir á los tribunales, que abrieron el proceso, pidiendo detención preventiva del cuerpo. Abandonado entonces el desgraciado amador, sin que la Virreina, el Emperador ni nadie le protegiera, fueron los jueces inexorables. En él no se vió más que un Colón.
Ciertamente merecieron castigo los excesos conyugales de D. Luis; pudiera habérsele alejado de la corte, internándolo algún tiempo, por servir de atenuante la buena fe con que había procedido; pues bien, la sentencia le condenó á diez años de destierro