¿Qué había de hacer contra la voluntad del Emperador? ¿Quién le protegería en ocasión en que el nombre del Revelador de la Creación servía de contrariedad y embarazo? Si hubiera invocado la gloria inmortal del Mensajero del Evangelio, le mirara la gente con asombro, si no con lástima. No había calculado mal el viejo Fernando: la celebridad de Colón se había desvanecido por de pronto, y á nadie chocaba la expoliación de su descendencia. Si por merced poco costosa acordaba el Emperador á D. Luis el patronato de la Capilla mayor de la catedral de Santo Domingo, para dar definitiva sepultura al Adorador del Verbo rebajaba tan mezquino favor, reservando el frontón alto de la dicha Capilla para la colocación de las armas reales é imperiales.
Ya que le fuera vedado ir á la conquista de tierras nuevas, acudió el impetuoso Almirante D. Luis á la de los corazones femeniles. Primeramente se casó, sin dar importancia á la oposición formal de la Virreina, con una criolla de Santo Domingo llamada María de Orozco; después, hastiado de la dicha, alegó nulidades y contrajo segunda unión con Doña María Mosquera. Lo que