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LA ERUPCIÓN.
Hierve la sangre en las hinchadas venas,
Fuego brotar parecen las mejillas,
Se doblan hácia el suelo las rodillas
Y el hombre más audaz respira apenas.
Rompiera, á hallarse preso, sus cadenas
Y de valor hiciera maravillas;
Pero siente en el cuerpo unas cosquillas
Que vértigo le dan y angustia y penas.
Arroja espuma su entreabierta boca,
Retuércese en las sienes el cabello,
Todo le hiela y todo le sofoca;
Su bronco respirar es ya resuello...
Rompe al fin la erupción, y sólo toca
Un grano en la nariz y otro en el cuello.
Madrid, 1865.