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carlos r. darwin.

poseen, y á menudo en alto grado, lo cual es sin duda cierto, las virtudes que son útiles y hasta necesarias para la existencia de una comunidad ó tribu.

Observaciones finales. Los filósofos de la escuela derivativa de moral admitieron en otro tiempo que el fundamento de la moralidad descansaba en una forma de egoismo, y, más recientemente, en el principio de la mayor felicidad. De lo que antes hemos dicho podemos deducir que el sentimiento moral es fundamentalmente idéntico á los instintos sociales, y por lo que respecta á los animales inferiores seria absurdo considerar estos instintos como nacidos del egoismo ó desarrollados para la dicha de la comunidad. Y con todo, sin duda han sido desarrollados para el bien general. La expresion «bien general» puede definirse diciendo que es el medio por el cual el mayor número posible de individuos pueden ser producidos en plena salud y vigor con todas sus facultades perfectas, en las condiciones á que están sometidos. Habiéndose desarrollado con arreglo á un mismo plan los instintos sociales, tanto del hombre como de los animales inferiores, convendria, á ser posible, emplear en ambos casos la misma definicion, y considerar como carácter de la moralidad el bien general ó la prosperidad de la comunidad, con preferencia á la felicidad general; pero esta definicion tendria tal vez que limitarse en cuanto á la moral política.

Cuando un hombre arriesga su vida por salvar la de uno de sus semejantes, parece más justo decir que obra en favor del bienestar general, que en el de la felicidad de la especie humana. El bienestar y la felicidad del individuo coinciden sin duda habitualmente, y una tribu feliz y contenta prosperará mejor que otra que no lo sea. Hemos visto que en los primeros períodos de la historia