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en presenciarlos. Sabido es que entre los indios de la América del Norte las mujeres y los niños ayudan á torturar á sus enemigos. Algunos salvajes gozan ejecutando crueldades en los animales, siendo para ellos la compasion una virtud desconocida. Con todo, los sentimientos de simpatía y benevolencia son comunes, sobre todo durante las enfermedades entre individuos de una misma tribu; á veces se extienden fuera de ella. Nadie ignora el conmovedor relato de la bondad con que trataron á Mungo Park las mujeres negras del interior. Podrian citarse muchos ejemplos de la noble fidelidad que guardan los salvajes entre sí, pero nunca con los extranjeros, y la experiencia comun justifica la máxima del español «no hay que fiar nunca en el indio.» La base de la fidelidad es la verdad, y esta virtud fundamental no es rara entre los miembros de una misma tribu; Mungo Park ha oido á las mujeres negras enseñar á sus hijos á amar la verdad. Es esta además una virtud que echa tan profundas raíces en el ánimo, que algunas veces llegan á practicarla los salvajes, hasta respecto de los extranjeros, aun á costa de algun sacrificio; pero esto no es general, y rara vez se considera como un crímen el mentir á un enemigo, como claramente lo prueba la historia de la diplomacia moderna. Desde que una tribu reconoce un jefe, la desobediencia se convierte en crímen, y la sumision ciega en sagrada virtud.

El valor personal ha sido universalmente colocado en primer término entre las buenas cualidades del hombre, ya que el que no la posee no puede ser útil ni fiel á su tribu en los momentos de peligro; y aunque en los países civilizados un hombre bueno, pero tímido, pueda ser mucho más útil á la comunidad que un valiente, instintivamente nos inclinamos á tener en más á este que á