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el orígen del hombre.

que este puede comparar sus actos y móviles pasados y futuros, y aprobarlos ó desaprobarlos. No nos asiste ninguna razon para suponer que los animales inferiores posean esta facultad; por consiguiente, cuando un mono desprecia el peligro por salvar á su compañero, ó ampara al que ha quedado huérfano, no llamamos su conducta moral. Pero ciertas acciones del hombre, único sér que puede considerarse ciertamente como moral, llevan la calificacion de morales, ya sean ejecutadas con deliberacion y en lucha con opuestas tendencias, ya dimanen de costumbres adquiridas paulatinamente, ya, en fin, se realicen de una manera impulsiva, por el instinto.

Volviendo á nuestro principal asunto, debemos decir que, aunque algunos instintos sean más poderosos que otros, dando orígen á actos correspondientes, no basta esto para afirmar que los instintos sociales sean ordinariamente más profundos en el hombre ó lo hayan llegado á ser por un hábito continuado, que los instintos por ejemplo, de la conservacion, del hambre, del deseo, de la venganza, etc. ¿Por qué el hombre se arrepiente (aun hallándose en aptitud de ahuyentar los remordimientos) de haber cedido á un impulso con preferencia á otro, y porqué siente al mismo tiempo tener que arrepentirse de su conducta? Bajo este punto de vista, el hombre difiere profundamente de los animales inferiores; sin embargo, creo que podemos hallar una razon que explique esta diferencia.

El hombre no podia eximirse de reflexionar á causa de la actividad de sus facultades mentales; las impresiones é imágenes pasadas surgen de nuevo distintamente, sin cesar, en su imaginacion. Nunca abandonan los instintos sociales á los animales que viven permanentemente asociados, y son persistentes. Hállanse siempre dispues-