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el orígen del hombre.

todos los apetitos groseros, por rebeldes que sean en secreto; ¿dónde se halla tu orígen?»

Muchos autores de gran mérito han discutido este gran problema, y si sólo me ocupo aquí de él someramente, puede servirme de disculpa el que nadie, que yo sepa, lo ha considerado exclusivamente bajo el punto de vista de la historia natural. Pero, por otra parte, su investigacion ofrece algun interés como tentativa para saber hasta qué punto puede arrojar alguna luz el estudio de los animales inferiores sobre una de las más privilegiadas facultades psíquicas del hombre.

La proposicion siguiente reune en mi concepto muchos grados de probabilidad: un animal cualquiera, dotado de marcados instintos sociales, adquiriria inevitablemente un sentido moral ó una conciencia, desde el momento en que sus facultades intelectuales se hubiesen desarrollado tan bien, ó casi tan bien, como en el hombre. En efecto, primero: los instintos sociales hacen que el animal encuentre grata la sociedad de sus compañeros, que experimente cierta simpatía hácia ellos, y les preste diversos servicios. Pueden ser estos de una clase definida y evidentemente institutiva, ó presentarse sólo como una disposicion ó deseo de ayudarles de una manera genera!, como sucede en los animales sociales superiores. Estos sentimientos y servicios no se extienden de ningun modo á todos los individuos de una misma especie, sino tan sólo á los que componen la misma asociacion. Segundo: una vez desarrolladas en gran manera las facultades intelectuales, cruzan constantemente por el cerebro de cada individuo las imágenes de todas las acciones y causas pasadas, y este sentimiento de disgusto que resulta de la no satisfaccion de un instinto se produciria tan á menudo como el instinto social cediese á algun otro