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carlos r. darwin.

La creencia en los agentes espirituales conviértese con facilidad en la de la existencia de uno ó muchos dioses. Los salvajes atribuyen á los espíritus las mismas pasiones, la misma sed de venganza, ó las más elementales formas de justicia, y los mismos afectos que ellos han experimentado.

El sentimiento de la devocion religiosa es muy complejo; compónese de amor, de una sumision completa á un superior misterioso y elevado, de un gran sentimiento de dependencia, de miedo, de reverencia, de gratitud, de esperanza para el porvenir, y quizás tambien de otros sentimientos. Ningún sér que no hubiese alcanzado cierta superioridad de facultades morales é intelectuales podria sentir emocion tan compleja. Con todo, advertimos alguna semejanza con este estado del espíritu, en el amor profundo que tiene el perro á su dueño, junto con su sumision completa, algun temor, y otros sentimientos ménos definidos. La conducta del perro que tras una larga ausencia encuentra á su dueño, la del mono enjaulado respecto á su guardian, son muy distintas de las que observan con sus congéneres. Con estos parecen ménos vivos sus arrebatos de entusiasmo, y manifiéstanse sus sentimientos con mayor uniformidad. El profesor Branbach llega á decir que el perro mira á su dueño como á un dios.

Las mismas altas facultades mentales que han impulsado al hombre á creer primero en influencias espirituales invisibles; luego en el fetiquismo, en el politeismo, y finalmente en el monoteismo, le han hecho tambien adquirir distintas costumbres y supersticiones extrañas, mientras ha tenido poco desarrollada su fuerza de raciocinio. Ha habido supersticiones terribles: los sacrificios humanos ofrecidos á un dios sanguinario; las pruebas