cion de los fenómenos de la vida; y, á juzgar por su universalidad, la hipótesis más sencilla y que primeramente se presenta á su imaginacion, parece haber sido la de atribuir los fenómenos naturales á la presencia en los animales, en las plantas, en los objetos y en las fuerzas de la naturaleza, de espíritus que causan efectos parecidos á los que el hombre cree poseer. «Es probable, como indica M. Tylor, que la primera idea de la existencia de los espíritus haya tenido su origen en el sueño, ya que los salvajes no distinguen fácilmente las impresiones subjetivas de las objetivas. Para los salvajes, las visiones que se les aparecen en sueños vienen de largas distancias y se mantienen sobre ellos, ó bien el alma del que sueña ha emprendido un viaje y vuelve con el recuerdo de lo que ha visto. Pero los sueños del hombre no bastaban para inspirarle tal creencia, como no bastan al perro los suyos, y ha sido preciso que antes se hayan desarrollado suficientemente en aquel las facultades citadas; imaginacion, curiosidad, sorpresa, etc.
La propension que tienen los salvajes á imaginarse que los objetos ó agentes naturales están animados por esencias espirituales ó vivientes, halla su explicacion en un hecho que he tenido ocasion de observar en un perro mio. Este animal, adulto y muy sensible, estaba tendido sobre el césped, un dia muy cálido, á alguna distancia de un quitasol, sobre el que no habria fijado la atencion si alguien hubiese estado cerca de aquel objeto. Pero la ligera brisa que soplaba agitaba el quitasol á menudo, y á cada movimiento el perro prorumpia en ladridos. A mi modo de ver, debia formarse la idea, de una manera rápida y consciente, de que aquellos movimientos sin aparente causa, indicaban la presencia de álguien que los produjese, y que no tenia ningún derecho á andar por aquellos sitios.