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carlos r. darwin.

el hombre y los animales; seria ocioso, decimos, porque no hay dos autores cuyas definiciones convengan entre sí. Unas facultades de orden tan superior como estas no podian en modo alguno desenvolverse plenamente en el hombre, antes de que sus aptitudes mentales hubiesen llegado á un nivel superior; lo que implica el uso de una lengua completa. No hay quien suponga que un animal inferior reflexione sobre la vida y la muerte, ni sobre otros asuntos parecidos; pero ¿estamos bien seguros de que un perro viejo, dotado de excelente memoria y de alguna imaginacion, como lo prueban sus ensueños, no reflexione jamás sobre sus antiguos placeres de caza? Esto ya seria una forma de la conciencia de sí mismo. Por otra parte, como observa Büchner: ¡cuán poco podrá ejercer esta conciencia y reflexionar sobre la naturaleza de su propia vida, la infeliz esposa de un salvaje de la Australia, degradado, que casi no usa nombres abstractos y no sabe contar sino hasta cuatro!.

Es incontestable el hecho de que los animales conservan su personalidad. Cuando, en un ejemplo mencionado anteriormente, mi voz evoca en mi perro toda una série de antiguas ideas, es prueba de que ha de haber conservado su individualidad mental, por más que cada átomo de su cerebro haya debido renovarse más de una vez en el intervalo de cinco años.

Sentimiento de lo bello.—Se ha afirmado que este sentimiento era tambien peculiar al hombre; pero cuando vemos aves machos que despliegan ante, las hembras sus plumajes de espléndidos colores, mientras que otros, que no pueden ostentar tales adornos, no hacen ninguna demostracion semejante, no podemos poner en duda el hecho de que las hembras admiren la hermosura de sus compañeros. Su belleza como objeto de ornamentacion