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el orígen del hombre.

frecuencia les daban terrones de azúcar envueltos en un papel, y habiendo Rengger puesto cierto dia en lugar del terron una avispa viva, picóles esta al desenvolver el papel confiadamente: desde entonces tomaron la precaucion de llevarse á la oreja el envoltorio para observar si se percibia algun ruido en su interior. Si semejantes casos (y todos los podemos observar parecidos en el perro) no bastan para convencer á cualquiera de que el animal puede raciocinar, inútil será que los amplie con otros más convincentes. A pesar de ello, citaré aun un caso relativo al perro, porque se apoya en la observacion de dos personas distintas, y al mismo tiempo porque no puede depender mucho de la modificacion de ningún instinto. Habiendo herido M. Colquhoun en las alas á dos patos silvestres, estos cayeron á la orilla opuesta de un arroyo, desde donde su perro trató de llevarle ambos de una vez, sin conseguirlo. El animal, que jamás habia magullado una sola pluma, se decidió por matar una de las aves: llevó la viva á su dueño y se volvió en seguida á buscar la muerta. El coronel Hutchinsson refiere el caso de dos perdices, alcanzadas por un mismo tiro, que mató á una é hirió á la otra; esta quiso huir, pero alcanzóla el perro, el cual, al volver con ella, encontró en su camino á la muerta y se detuvo evidentemente perplejo; después de una ó dos tentativas, viendo que no podia coger la muerta sin riesgo de perder la viva, mató á esta resueltamente, y llevóse á las dos. Este fué el único caso conocido en que aquel perro mató la caza.» Aquí vemos un ejemplo de raciocinio, aunque imperfecto, porque el perro, como el del caso precedente, hubiera podido llevarse la viva y luego volver á buscar la muerta.

Los arrieros de la América del Sud dicen: «No quiero daros la mula de mejor trote, sino la más racional;» á lo