ber ha probado claramente que las hormigas pueden, despues de una separacion de cuatro meses, reconocer á sus camaradas de la misma comunidad. Sin duda los animales apreciarán por algunos medios los intervalos de tiempo, pasados entre sucesos que se representan.
Una de las más elevadas prerogativas del hombre es la imaginacion, facultad por la cual reune, sin mediar la voluntad, antíguas imágenes é ideas, creando de este modo resultados brillantes y nuevos, como lo hace notar Juan Pablo Richter: «Un poeta que ha de reflexionar si hará decir sí ó nó á un personaje, váyase al diablo; es solo un estúpido cadáver.» El sueño nos dá perfecta idea de esta facultad, y, como dice tambien el mismo poeta, «el sueño es un arte poética involuntaria.» No hay para qué decir que el valor de las creaciones de nuestra imaginacion depende del número, de la precision y de la lucidez de nuestras impresiones; del juicio ó del gusto mediante el cual admitimos ó desechamos las combinaciones involuntarias, y, hasta cierto punto, de nuestra aptitud para combinarlas voluntariamente. Como los perros, gatos, caballos, probablemente todos los animales superiores, y aun las aves, están sujetos á tener ensueños, segun lo han patentizado autores de toda confianza, y conforme lo prueban sus movimientos y gritos, debemos creer que están dotados tambien de alguna fuerza de imaginacion.
Nadie podrá negar, en mi concepto, que la razon se halla en la cúspide de todas las facultades del espíritu humano. Pocas personas dudan de que los animales poseen alguna aptitud para el raciocinio. Véseles constantemente hacer pausas, deliberar y resolver. Es por demás significativa la circunstancia de que cuanto mejor conoce el naturalista, merced al estudio, las costumbres de un