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número en sitios determinados, y emprenden encarnizados combates, que presencian las hembras. Estos lugares de reunion, verdaderos palenques de torneo, se reconocen fácilmente por verse el suelo removido por un incesante pataleo.

En los tetraos urogallos la lucha presenta más bien el carácter de un pacífico certámen que el de un torneo. En la América del Norte los Tetrao phasianellus machos se reunen todas las mañanas en un lugar escogido, perfectamente llano, donde de repente emprenden una vertiginosa carrera, trazando un círculo de quince á veinte piés de diámetro, y acaban por arrancar el césped á su rápido paso. Al propio tiempo hacen las contorsiones y movimientos más originales que imaginarse pueda; los cazadores norte-americanos designan estas reuniones con el nombre de baile de las perdices. Las hembras presencian estas danzas escondidas entre los matorrales próximos al teatro de la locha. Los machos más vistosos son los que obtienen con preferencia la posesion de las hembras.

Cuando las aves machos están adornadas con mayor brillantez que sus hembras, es un hecho constante que emplean los mayores esfuerzos para hacer que estas admiren la belleza de su plumaje. Cada una despliega con tanto cuidado como coquetería sus plumas más vistosas. Extiende el pavo su cola y agita convulsivamente ciertas plumas para que tomen los más brillantes matices irisiados; el faisan Argos baja una de sus alas y eleva la otra, para hacer ver los ojos brillantemente pintados de sus plumas. El faisan dorado de la China, y otras especies, presentan con evidente satisfaccion á la admiracion de las hembras el gracioso moño de color de oro que adorna su cabeza, y sus demás adornos. Otras aves del mismo género, pero de colores oscuros, evitan toda ostentacion, como si tuviesen conciencia de su propia belleza.

Es un hecho conocido el de que los pájaros cantores se excitan mutuamente, rivalizan en la intensidad y extension de sus trinos y gorjeos, y tratan de sobrepujarse unos á otros.