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aumentar; y si de dos tribus vecinas la una llega á ser más numerosa y más fuerte que la otra, en breve terminará la competencia por la guerra, el asesinato, el canibalismo y la absorcion. Aun en el caso de que una tribu más débil no quede bruscamente destruida, basta esto para que empiece para ella un período de decadencia, que acaba comunmente por su ruina y extincion completa.

La lucha entre naciones civilizadas y bárbaras es de poca duracion, exceptuándolos casos en que un clima mortífero viene en ayuda de la raza indígena; pero entre las causas que dan la victoria á las naciones civilizadas, hay algunas que son muy evidentes, y otras muy oscuras. Vemos que el estado de cultura del país debe ser fatal para los salvajes ya que no pueden ó no se atreven á cambiar de costumbres. Nuevas enfermedades y vicios contribuyen tambien á destruirlos; parece que, en toda nacion, una enfermedad nueva ocasiona una excesiva mortalidad que dura hasta que gradualmente quedan eliminados los individuos más propensos á contraerla. Lo propio sucede con los efectos nocivos de las bebidas alcohólicas y con la aficion inveterada que tantos salvajes tienen por estos licores. Además, por misterioso que este hecho parezca, es positivo que el primer contacto entre pueblos distintos, engendra enfermedades. M. Sproat, que se ha ocupado mucho de este asunto en la isla de Vancouver, cree que el cambio en los hábitos de la vida, que resulta siempre de la llegada de los Europeos, es causa de muchas indisposiciones. Este autor insiste especialmente en que los indígenas quedan «extrañados y tristes ante el nuevo género de vida que les rodea, pierden todos sus antiguos móviles de accion, y no los reemplazan con otros nuevos.»

Uno de los elementos más importantes para el triunfo