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el orígen del hombre.

evidentemente, así el placer que encuentran todos en la danza; en la audicion de una música, más ó ménos grosera; en pintarse y adornarse; en su mutua comprension del lenguaje gesticulado; y, como me propongo probar en un próximo escrito, en la expresion fisiognómica y los gritos inarticulados que excitan en ellos, de una manera parecida, las diversas emociones. Esta similitud, ó mejor dicho, identidad, es sorprendente cuando se la pone en parangon con la diferencia de expresiones que se observa en las distintas especies de monos. Tenemos pruebas convincentes de que el arte de tirar con el arco y las flechas, no ha sido transmitido por ningun antecesor comun de la humanidad: con todo, las puntas de las flechas de pedernal tallado, procedentes de las más remotas partes del mundo y fabricadas en los períodos más remotos, son casi idénticas, como ha probado Nilson; este hecho sólo puede explicarse como un resultado de que las razas diversas tienen fuerzas inventivas y mentales parecidas. La misma observacion han hecho recientemente los arqueólogos relativamente á ciertos ornamentos muy diseminados, tales como los zig-zags, grecas, etc., y á algunas creencias y costumbres sencillas, como la costumbre de sepultar los muertos bajo construcciones megalíticas. En la América del Sud he observado que, como en tantas otras partes del mundo, el hombre ha escogido generalmente las cimas de las grandes colinas para erigir toscos monumentos de piedra, ya con objeto de conmemorar algun acontecimiento glorioso, ya con el de dar sepultura á sus muertos.

Cuando los naturalistas encuentran de una manera notablemente acorde, pequeños detalles de costumbres, gustos y disposiciones entre dos ó más razas domésticas, ó entre formas naturales muy próximas, consideran este