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dad, y de un número creciente de hombres bien dotados de ella, la seleccion sólo parece obrar débilmente en las naciones civilizadas, por más que á ella se deba la primera adquisicion de los instintos sociales. Tratando de las razas inferiores me he detenido bastante en las causas que motivan el progreso de la moralidad, como son: la aprobacion de nuestros iguales,—el afianzamiento de nuestras simpatías por el hábito,—el ejemplo y la imitacion,—el raciocinio,— la experiencia y el interés individual, —la instruccion en la juventud y los sentimientos religiosos.

En las sociedades civilizadas existe un importante obstáculo que impide el aumento de los hombres de una clase superior, sobre el cual han insistido principalmente M. Greg y M. Galton, y este obstáculo es que los pobres y lso indolentes, á menudo degradados por el vicio, se casan invariablemente muy jóvenes; mientras que las personas prudentes y económicas se casan tarde para procurarse mejor su subsistencia y la de sus hijos. Los que que se casan pronto producen, en un período dado, no sólo mayor número de generaciones, sino tambien, como lo ha hecho notar el doctor Duncan, muchos más hijos. Además los hijos nacidos de madres en la flor de su edad, crecen más y son más robustos, y, por lo tanto, probablemente más vigorosos que los que nacen en otros períodos. De esto resulta que los individuos perezosos, degradados y á menudo viciosos, tienden á aumentar más rápidamente que los que son más prudentes, y ordinariamente más razonables. Hé aquí lo que sobre este particular dice M. Greg: «El Irlandés, súcio, inepto, poco ambicioso, se multiplica como el conejo; el Escocés, sobrio, previsor, respetuoso consigo mismo y noblemente ambicioso, de una moralidad rígida, espiritualista en su