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carlos r. darwin.

sicas é intelecluales. Los primogénitos, por indignos que sean, no pueden derrochar su fortuna. Los hombres ricos por derecho de primogenitura, pueden escoger, de generacion en generacion, por esposas las mujeres más bellas y más encantadoras, y probablemente las que estén dotadas de buena constitucion física á la par que de actividad intelectual. Sean cuales fueren las consecuencias perjudiciales de la conservacion contínua de la misma línea de descendencia, sin ninguna seleccion, las atenúan los hombres de elevado rango que tratando de acrecentar siempre su fortuna y su poder, lo consiguen casándose con herederas. Pero las hijas únicas hállanse expuestas, como lo ha probado M. Galton, á ser estériles, lo que, interrumpiendo contínuamente la línea directa de las familias nobles, traspásala fortuna á alguna rama colateral, la cual, desgraciadamente, no se distingue por una superioridad de ninguna especie.

Aunque la civilizacion se oponga algunas veces, del modo citado, á la seleccion natural, favorece por otra parte aparentemente el mejor desarrollo del cuerpo, por la bondad de la alimentacion y la exencion de fatigas corporales penosas. Así, al ménos, puede inferirse de que en todas partes donde han sido comparados los hombres civilizados con los salvajes se ha visto que los primeros eran más vigorosos que los segundos, y que al parecer resisten mejor las fatigas y privaciones, como lo han probado muchas expediciones aventureras y atrevidas.

Pasemos á examinar ahora las facultades intelectuales aisladamente. Si en cada grado social se reunieran los individuos en dos grupos iguales, incluyendo en el uno todos los que fuesen intelectualmente superiores, y en el otro los que lo fuesen ménos, no es dudoso que los primeros tendrian más éxito en todas sus empresas, y cria-